Cada Mañana Comienza en la Oscuridad. Aun Así, Hago Café

Por las mañanas no me despierta la luz del sol, ni el canto de los pájaros, ni alguna “paja mental inspiracional” publicada en redes sociales.

Me despierta el peso. El dolor psíquico. Ese tipo de silencio que tiene garras.

La oscuridad llega antes que yo—ya está ahí, esperando.

Ese es mi verdadero despertador. El que suena en mi mente como una alarma de incendio.

Y aun así—me levanto.

Hago café. No porque quiera.

Sino porque tengo que vivir de forma heroica o morir.

Porque dejar que la mediocridad y el rebaño ganen sería rendirme.

Porque así se sobrevive cuando tu propia mente quiere matarte.

Dejemos algo claro:

Las personas que despiertan despejadas, seguras, nacidas en el amor, la estabilidad y el dinero—

no son más fuertes. Tienen suerte.

Ganaron la lotería biológica.

Química cerebral sana. Padres que supieron amar.

Un mundo que los abrazó en vez de cerrarles la puerta en la cara.

Bien por ellos.

Pero seamos realistas: no son héroes. Nacieron con una mano de cartas ganadora.

¿Los verdaderos héroes?

Somos nosotros, los que empezamos a veinte pies bajo tierra, con nada más que coraje y una voluntad titilante de vivir.

Los que despertamos cada mañana dentro de una guerra, y aun así vamos a trabajar, seguimos amando, seguimos presentes.

Libramos batallas invisibles, y ¿qué ganamos? No medallas. Solo más mañanas.

Nos arrastramos fuera de la cama con los monstruos aún colgados a la espalda.

Nos duchamos susurrando razones para seguir vivos.

Preparamos café con las lágrimas de ayer aún secas en la cara, saboreando la amargura dos veces.

Y lo volvemos a hacer. Mañana tras mañana. Día tras día. Vida tras vida.

Eso es fortaleza.

No la fortaleza hipócrita, aprobada por el rebaño—la fuerza “bro” que se presume en los gimnasios y redes sociales,

obsesionada con ganancias superficiales y validación externa.

Hablo de la de verdad.

La fortaleza que no recibe aplausos. La que arde lenta y callada, pero nunca se apaga.

No hay medallas por sobrevivir a tu propia mente.

Ni trofeos por pasar otro día sin rendirte.

Pero debería haberlos.

Porque si puedes enfrentar el vacío antes del desayuno—

si puedes vivir con una mente que te miente,

una historia que quiere enterrarte,

un sistema al que nunca le importó si vives o mueres—

y aun así te levantas,

entonces eres el tipo de ser humano más fuerte que existe.

Así que sí—cada mañana comienza en la oscuridad.

Y aun así, hago café.

No porque quiero.

Sino porque me niego a que la mediocridad y el rebaño ganen.

Porque sigo aquí. Y eso lo vale todo.

Nota del Autor

Esto es para cualquiera que despierta con una guerra en la mente.

Que enfrenta mañanas que aterrorizan como monstruos.

No eres débil.

No estás roto.

Eres un héroe—sangrando, respirando, y aun así haciendo café.

No lo olvides jamás.

—Juan Lesende

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